JORGE BUCAY (1949)Seis mineros trabajaban en un túnel muy profundo. De repente un derrumbe los dejó aislados del exterior sellando la salida. En silencio cada uno miró a los demás. Por su experiencia sabían que el problema sería el oxígeno. Si hacían todo bien les quedaban unas tres horas de aire, como mucho, tres horas y media.

Mucha gente en el exterior sabía que estaban allí atrapados, pero un derrumbe como ese significaba horadar otra vez la mina, ¿podrían hacerlo antes de que se terminase el aire? Los mineros decidieron que debían ahorrar todo el oxígeno que pudieran. Acordaron hacer el menor esfuerzo físico, apagaron las lámparas que llevaban y se tendieron en silencio en el piso. Era difícil calcular el tiempo que pasaba, incidentalmente uno tenía reloj. Hacía él iban todas las preguntas: ¿cuánto tiempo pasó?, ¿cuánto falta?, ¿y ahora? El tiempo se estiraba, cada minuto parecía una hora y la desesperación agravaba más la tensión.

El jefe se dio cuenta que si seguían así, la ansiedad los haría respirar más rápidamente y esto los podía matar. Ordenó al que tenía el reloj que sólo él controlara el paso del tiempo y avisara cada media hora. Cumpliendo la orden, a la primera media hora dijo “ha pasado media hora”. Hubo un murmullo entre ellos y una angustia que se sentía en el aire. El hombre del reloj se dio cuenta de que a medida que pasaba el tiempo, iba a ser cada vez más terrible comunicarles que el minuto final se acercaba. Sin consultar a nadie decidió que ellos no merecían morir sufriendo. Así que la próxima vez que les informó la media hora habían pasado 45 minutos. No había manera de notar la diferencia.

Apoyado en el éxito del engaño, la tercera información la dio casi una hora después. Así siguió el del reloj, cada hora completa les informaba que había pasado media hora. La cuadrilla apuraba la tarea de rescate, sabían en qué cámara estaban atrapados y que sería difícil poder llegar antes de cuatro horas. Llegaron a las cuatro horas y media. Lo más probable era encontrar a los seis mineros muertos. Encontraron vivos a cinco de ellos. Solamente uno había muerto de asfixia, el que tenía el reloj.

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