EL PODER DEL PENSAMIENTO
A veces, la expectativa que tenemos de una situación nos puede provocar malestar. Esperamos que los demás realicen una acción, tengan un comportamiento o una reacción determinada, y, cuando no sucede lo que esperamos, los pensamientos que aparecen son de desilusión y de sufrimiento.
Si estos pensamientos se alimentan, simplemente pensando todo el rato en los hechos acaecidos, puede generar malestar, enfado, ansiedad, depresión, agresividad o rabia.
Puede ser útil ampliar la mirada y plantearse que, quizás, la expectativa que tenemos hacia el hecho, posiblemente, no es la correcta. Nos servirá, por ejemplo, plantearnos esa situación en una posición sin carga emocional, ya que eso nos permitirá tener una nueva mirada de esta situación. Es como si quisiéramos hacer una foto de lejos y ampliáramos con el zoom, eso nos permitirá aumentar las posibilidades de elección.
Si por la mañana hemos tenido una discusión con una amiga y hemos sentido incomprensión, cada vez que pensemos en que la amiga no nos comprende activaremos el mismo malestar que hemos sentido por la mañana. Un pensamiento está asociado a unas emociones o a unos sentimientos específicos, los cuales liberan unas sustancias químicas. Cada vez que pensamos en ello, se activa el recuerdo químico correspondiente, de manera que, cada vez que activamos un pensamiento, sentimos lo mismo que cuando sucedió. Todos podemos recordar donde estábamos, con quién estábamos y lo que sentimos el 11 de Septiembre, cuando hubo el ataque en Nueva York a las torres gemelas, y, al hacerlo, activamos todos los sentimientos y emociones asociados a ese hecho.
Aunque fue en el año 2001, al activar el recuerdo sentimos lo mismo que en aquel preciso momento, ya que se liberan las mismas sustancias químicas cerebrales y lo sentimos en el cuerpo de la misma manera que lo sentimos en el año 2001.
Cada vez que repetimos un mismo pensamiento, estamos reforzando las mismas redes neuronales. Para dejar de reforzarlas, deberemos hacer algo diferente para conseguir que nuestro cerebro cree nuevas conexiones neuronales y deje de utilizar las antiguas. Por ejemplo, si estuviéramos conduciendo y, al mismo tiempo, escuchando un cd de música y sonara una canción que no nos gusta, no se nos ocurriría subir el volumen para escucharla más alta y volvérnosla a poner varias veces para generar sentimientos desagradables. Lo que seguramente haríamos, sería cambiar la canción. Somos capaces de hacerlo con un cd, sin embargo, cuando aparece un pensamiento que nos genera malestar, a veces nos recreamos en él e incluso le damos poder, con lo que aumenta aún más el malestar o el enfado. Y, si continuamos con ese patrón, al final hasta podría generar estados de agresividad, rabia, ansiedad o depresión.
Al principio, tendremos que poner atención y cada vez que venga un pensamiento que nos genere malestar, dejar de alimentarlo. De la misma manera que, si tenemos un fuego y queremos que se apague, dejaremos de poner troncos de leña y de avivarlo. Así, tendremos una forma alternativa de funcionar ante la misma situación y lo que debemos hacer es fortalecer ese nuevo circuito neuronal a base de utilizarlo, hasta que se convierta en una nueva forma de funcionar y acabe en una rutina de pensamiento.
Tal como dijo William James: “un hombre puede cambiar su vida cambiando su actitud mental”, y para ello es importante cuidar los pensamientos, ya que tienen mucho poder. Hay que poner consciencia y control a la forma de pensar, porque nuestro pensamiento puede determinar nuestro futuro.
Mercedes Ullod