Los problemas surgen cuando la solución que hemos intentado es ineficaz y seguimos intentando lo mismo, obteniendo, por lo tanto, el mismo resultado. Al final sólo nos queda quejarnos de la situación, porque la vemos imposible y sin ninguna posibilidad de que haya algún cambio. Se construye un círculo vicioso del que nos cuesta salir, ya que es como si hiciéramos primero “X” y seguidamente sucediera “Y”. Y, cada vez que lo intentamos, obtenemos el mismo resultado y al final acabamos frustrándonos por ello.
Cuando razonamos con los adolescentes sobre un hecho que consideramos evidente, pensamos que han entendido nuestro punto de vista. Pero, cuando vuelve a pasar la misma situación, vuelven a hacer lo mismo que hacían antes y nos enfadamos, porque pensamos que no nos tienen en cuenta, que pasan de todo, que nos están provocando, etc. En una sesión una madre decía: “le he explicado que quiero que, después de ducharse, recoja la ropa sucia y la lleve al cesto de la ropa y que deje el baño recogido. Veo que lo ha entendido pero, en cambio, se vuelve a bañar y sigue dejando la ropa sucia en el lavabo y todo desordenado”.
Será más fácil encontrar una solución, si se planifica una situación problemática y se realiza el pacto, cuando hay buen ambiente, evitando hacerlo enfadados. Es como si vemos que hay un fuego en el bosque, si lo cogemos al principio nos será fácil apagarlo, que si está muy avanzado.
Si decido organizar una fiesta en mi casa un lunes y pongo la música alta y la gente habla en tono elevado. Sé que el límite admisible es hasta las 22 de la noche, si lo traspaso seguramente algún vecino se quejará por ello, ya que la gente al día siguiente trabaja. La norma es que a partir de las 22 horas de la noche no se pueden hacer ruidos y puedo decidir cumplirla o saltármela, pero, si decido saltarme ese límite y algún vecino avisa a la policía y me cogen con esta infracción, la consecuencia es que me multarán.
Una forma de marcar límites con un adolescente es:
- Transmitirle la necesidad de hacerlo.
- La norma debe ser clara y segura.
- Respetar la libertad de elección.
- Definir qué pasará según la elección que elija.
- Si no lo cumple, aplicar la consecuencia, sin amenazas y con tranquilidad.
- Ha de ser justo y, si es pactado, no lo encontrará injusto.
Las normas ayudan a que la familia viva con un orden. De esta forma, el adolescente aprende lo que está permitido y lo que está prohibido, y lo que pasará si cruza el límite. Así pues, se debe respetar que el adolescente pueda tomar en libertad la decisión que decida. Y, si no decide la opción que nos gustaría, hay que aceptarlo y aplicar las consecuencias pactadas.
Cuando un adolescente tiene un comportamiento problemático, no depende de los padres que tenga dicho comportamiento. El objetivo será conseguir que el adolescente asuma y se responsabilice de sus actos. Se puede acordar con él que, si vemos que está a punto de pasar esa línea pactada, se le pueda avisar y que él elija si continúa o si cambia la conducta. Explicarle que no habrá enfado, pero que se aplicará la consecuencia y que no habrá lugar a discusión, porque es un pacto que se habrá realizado con anterioridad. Cómo el adolescente lo considerara justo, le será más fácil cumplirlo.
Asumir sus responsabilidades y las consecuencias ayuda al adolescente a madurar y a que su identidad personal se vaya formando. Le ayuda a ser una persona válida y a generar creencias positivas, ya que ve que es capaz de hacer cosas y esto favorece que tenga una autoestima alta.
Esta es una propuesta para que los padres se deshagan de una conducta controladora y permitan que sus hijos adolescentes puedan decidir en libertad. Se trata de que los padres hagan una revisión de creencias tales como que el adolescente tiene que obedecer a los padres siempre o que los padres tienen mejor juicio que los adolescentes o que son responsables de que sus hijos hagan las cosas bien, etc. Y, sobre todo, de seré buen padre si consigo que mi hijo estudie.
A un adolescente que grita y se enfada, se le puede ayudar a anticipar su conducta si se le pregunta ¿Tú como notas que vas a estallar enfadado? o ¿Qué podrías hacer antes de que sucediera? Estas preguntas le pueden ayudar a que anticipe la situación y a que pueda modificarla. Así, si no la controla y se tiene un límite claro pactado, sabrá que, si no lo cumple, se aplicará la consecuencia establecida con anterioridad.
Conforme va tomando decisiones y asume las consecuencias, su cerebro madura más y cada vez será más capaz de planificar las situaciones, ya que irá realizando las conexiones neuronales pertinentes.
Los padres utilizan mucho el “TIENES QUE…” y los adolescentes se mueven con el “ME GUSTA…”. Los adultos utilizamos la parte cerebral Frontal que es donde se realiza la planificación y, en cambio, los adolescentes utilizan más la parte de los lóbulos temporales, donde está instalada la amígdala, que les hace actuar según lo que les gusta.
Además, los adolescentes no saben planificar, por lo que es labor de los padres enseñarles. Se trata de que dejen un poco el “me gusta” y empiecen a decidir por las cosas que quieren en su vida y que tengan claras las consecuencias de sus actos. La labor de los padres es enseñarles a hacer esta planificación, para que no sean ellos quienes tengan que estar diciéndoles continuamente “TIENES QUE… TIENES QUE… TIENES QUE…” y que puedan planificar y decidir desde el “QUIERO……”. Es como si nosotros viviéramos en un octavo piso y los adolescentes vivieran en una planta baja; no se ve lo mismo desde una planta baja que desde el octavo. Damos por supuesto que saben las cosas y las viven como nosotros; sin embargo, eso no es acertado, ya que ellos viven las cosas pero no siempre son conscientes de lo que están viviendo. Y nosotros, a veces, actuamos como policías con autoridad y dando órdenes sin explicar las cosas.
Siempre que se pueda es bueno anticiparles, aunque no les guste o les duela lo que les anticipamos. Es como, por ejemplo, con el tema de hacer los deberes o trabajos para el colegio. En vez de decirles “¿Has hecho los deberes?” o “Tienes que hacer los deberes“ o “Haz los deberes”, es mejor enseñarle a planificar. A nadie o a casi nadie le gusta ponerse a hacer deberes: “¿Quieres ir a la escuela sin los deberes hechos?, cuando la profesora te pregunte lo pasarás mal, si le tienes que decir que no los tienes, ¿quieres pasarlo mal?”. Hay que hacerles planificar “¿Quieres tener los deberes hechos mañana?”, normalmente los adolescentes contestan que sí. “¿Se hacen solos?”. Los adolescentes siempre contestan que no y “¿qué puedes hacer si los quieres tener hechos cuando vayas al colegio?”. Se les puede ayudar dándoles ideas para planificar, los puede hacer en cuanto llegue del colegio, a media tarde o después de cenar. No es fácil que realicen el proceso de planificación, aunque poco a poco se les puede ayudar a que hagan el círculo de dicha planificación.
El “QUIERO” nos hace pensar en el futuro, ya que la consecuencia de lo que hagamos en el momento presente será la semilla de lo que recogeremos en el futuro, es dar el control al adolescente.
La mayoría de nosotros hemos aprendido a renunciar a lo que nos gusta con el sentimiento de culpa y sufrimiento. Por ejemplo, cuando llego a casa me gusta descansar en el sofá, pero cuando estoy descansando tengo una vocecita que me dice: “Tendrías que limpiar el piso, tendrías que limpiar el piso… tendrías que limpiar el piso… “. Al final, aparece el sentimiento de culpa y es un círculo vicioso que no me permite disfrutar. En cambio, si elijo desde: “Quiero limpiar la casa el sábado por la mañana, ya que luego me sentiré bien en mi casa, y el resto de días puedo hacer otras cosas”. Cómo es una elección, lo haré porque quiero, y podré estar en el sofá tranquilamente, porque el sábado limpiaré.
En la vida de los adolescentes hay muchas personas que actúan como policía: los padres, los maestros, los adolescentes mismos… “tienes que hacer los deberes”, “tienes que recoger la habitación”, “tienes que escuchar”, “tienes que respetar” “tienes que dejar de gritar”… y, al final, ellos mismos se hacen policías y empiezan a decirse las cosas “tengo que…” “tengo que…” y se van poniendo presión y van generando autoestima negativa, culpa y sufrimiento.
Hay que buscar que los adolescentes utilicen la responsabilidad. Por ejemplo, un adolescente que siempre ha comido verdura, un día de repente pude decir que no quiere comerla. Un castigo sería: “no te levantarás de la mesa hasta que hayas acabado la verdura”. En cambio, si hay una norma clara como que todos en casa se comen la verdura, porque es buena para el organismo y se pone una consecuencia (que sería como si nos saltáramos las normas de tráfico y nos pusieran una multa), todos están avisados y, si pasa, no se encontrará injusto. Simplemente con explicarle que esta es la norma que hay en casa y que, si no tiene apetito pues que no pasa nada, ya que a todos nos puede pasar que un día no se tenga hambre. Pero si no se tiene hambre para la verdura, tampoco se tiene para el segundo plato que es hamburguesa con patatas fritas ni para el postre. Empieza así a utilizar el “Quiero”, la libertad es suya de comer o no. Se cambia la culpabilidad por la responsabilidad.